INTRODUCCIÓN:
Quisiera compartir con ustedes, unas notas que me envió por medio de Facebook, NANCY LASALLE,
amiga Argentina que tengo en dicha página.
Nos habla sobre estados vibratorios que nos son comunes y que están sucediendo cotidianamente, que inciden en nuestras NORMAS y se reflejan con nuestra ACTITUD.
Están estrechamente relacionadas con una diversidad de HERRAMIENTAS TERAPÉUTICAS que usamos en PNL y que constituyen un soporte importante a considerar, por quienes se identifiquen con lo expuesto.
Agradezco a Nancy Lasalle que me permitió publicar su envío, que paso a mostrarles a continuación.
Julio Cuevas G.
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Ayer a las 14:46
La frecuencia puede definirse como el número de ciclos idénticos de un
fenómeno por unidad de tiempo. Y así la frecuencia respiratoria se
refiere al número de ciclos respiratorios por minuto. Si una emisora
emite a una frecuencia de 105,8 un programa en el que interviene nuestro
cantante preferido, es necesario sintonizar con esa frecuencia para
poder oírlo. Si lo hacemos un poco antes o después no podremos escuchar la entrevista. Lo mismo pasa con la salud o la enfermedad.
Cada pensamiento, cada sentimiento, cada emoción que tenemos vibran a una determinada frecuencia que podemos comparar con una emisora. Podemos comparar nuestro cerebro con un instrumento de retransmisión, como una radio que capta lo que difunde la emisora que sintonizamos al elegir la frecuencia.
Supongamos que una de tus vecinas va a tu casa y te dice: “tienes
suerte, cada vez que vengo oigo melodías agradables en tu radio. En mi
casa no escucho más que malas noticias que me preocupan y una música que me vuelve loca”. ¿Le responderías que tiene razón, que tienes suerte y ella no? Por supuesto que no, porque sabes muy bien que la suerte no
tiene nada que ver con esto. Más bien le dirías: “No tienes mas que
cambiar de emisora o de frecuencia.
ENFERMAR, SENTIRSE DESGRACIADO O ENCONTRARSE EN UNA SITUACIÓN DESAGRADABLE NO ES CUESTIÓN DE MALA SUERTE NI UNA CASUALIDAD O UN CASTIGO DIVINO. NO ES MAS QUE SINTONIZARSE CON DETERMINADA FRECUENCIA.
Solo hay que cambiar de una frecuencia negativa a otra positiva para que
el malestar, el dolor o la enfermedad desaparezca, para transformar una
situación difícil o para mejorar nuestra relación con los demás.
Veamos un ejemplo: contrato el servicio de una empresa de mudanzas
especializada en el transporte de instrumentos musicales para que trasladen mi piano lacad en negro. Durante el trayecto uno de los empleados realiza una falsa maniobra que hace que el piano se desnivele y se raye en un lado. Yo me enfado muchísimo y la emprendo con el responsable de la empresa exigiéndole una reparación.
Estoy enfadado y triste a la vez ya que este piano era de mi padre. Esta
emoción me ha dejado sin energía. Al día siguiente aparece en mi labio
una calentura además de una erupción de granos en el brazo.
La empresa lleva el piano a un taller de restauración que lo deja como
nuevo. Ya no tengo ninguna razón para seguir enfadada e incluso aprecio
el servicio que me han ofrecido pensando que son cosas que pasan. Los
granos y la calentura desaparecen y recupero mi energía. YA NO ESTOY EN
LA FRECUENCIA DEL ENFADO.
Por consiguiente las frecuencias vibratorias pueden ser altas o bajas: las altas están relacionadas con la salud, el bienestar, la armonía y la felicidad. Y las bajas dan como resultado el malestar, sufrimiento y enfermedad. De hecho sería mejor utilizar los términos de “armonía” y “equilibrio” para definir el estado de salud y “falta de armonía” y “desequilibrio” para expresar lo que llamamos malestar o enfermedad. La curación no es más que volver al estado de armonía y equilibrio.
PERO RECUERDA QUE ERES LIBRE DE SINTONIZAR CON UNA U OTRA FRECUENCIA. Al conocer el funcionamiento de las frecuencias vibratorias, podemos comprender cómo damos lugar a tal o cual enfermedad.
Lo mismo sucede con los acontecimientos que vivimos en nuestra vida. Las frecuencias vibratorias existen en nuestras vidas con una función de continuidad: cambian pues de un momento a otro siguiendo una cadena. Si pensamos en nuestra vida, ¿no es una sucesión –cadena- de acontecimientos agradables y desagradables?
La Metamedicina se interesa en algo más que la curación del cuerpo
físico de la persona, pues se centra en la asimilación de la lección que
la persona afectada debe aprender para su evolución.
Ahora disponemos de una buena visión de la primera parte de la ley de la
responsabilidad que consiste en aceptar que nada es fruto del azar.
Todo tiene su razón de ser, y SEGÚN LAS FRECUENCIAS VIBRATORIAS
ENGENDRADAS POR NUESTROS PENSAMIENTOS, CREENCIAS, SENTIMIENTOS, EMOCIONES ASÍ COMO LAS PALABRAS QUE PRONUNCIAMOS Y LAS LECCIONES QUE TENEMOS QUE INTEGRAR, ENCONTRAREMOS EN EL MUNDO LOS ACONTECIMIENTOS O LAS CIRCUNSTANCIAS QUE LE CORRESPONDEN.
Una vez asimilada esta primera parte, no podemos sentirnos ya víctimas y decir: “No es mi culpa”, “no he tenido suerte”. Tampoco podemos actuar como abogados que buscan un culpable al que acusar: “Mis úlceras de estómago son por su culpa, él escucha siempre las noticias y esto me angustia”. “Es él o ella quien ha provocado mi enfado”. “Mi padre ha destruido mi vida”. “Mi madre nunca me ha querido, por eso no puedo ser feliz”.
Con la ley de la responsabilidad, ya no hay víctimas ni verdugos. Por
consiguiente no puedes acusar a los demás de lo que vives porque
ineludiblemente hay algo en ti que te hace reaccionar de esa manera o
lleva al otro a tratarte así. El otro no es más que un espejo en el que
nos miramos. Uno puede rechazar su furia y otro expresarla con violencia
pero ambos están presos en ella.
Esto no significa que tengamos que permitir que un niño soporte malos
tratos de su padre, ni dejar que los que sufren expresen su violencia
sin reaccionar, ni que los genocidas aniquilen a su pueblo. No solo
tenemos una responsabilidad individual respecto a nuestra salud y
felicidad, también tenemos una responsabilidad colectiva.
Una historia cuenta que un día el cerebro, el pulmón y el corazón
discutían para saber cual de ellos era más importante. El cerebro decía:
“soy yo porque doy las órdenes”. Los pulmones replicaron: “Sin aire no
puedes funcionar, por tanto, yo soy más importante. El corazón dijo: “Sin mi, tu aire no circularía y ambos os asfixiaríais”. El ano al oírles discutir se cerró y les dijo: “Cuando os hayáis puesto de acuerdo, me abriré.”
Este pequeño cuento nos demuestra que un organismo es primero y ante
todo un conjunto de componentes y que si uno de los órganos está
afectado, repercutirá en el resto del organismo. Si vivimos en armonía
con nosotros mismos y con nuestro entorno, nuestro cuerpo lo reflejará
con un estado físico en el que todas nuestras células colaborarán
armónicamente. De este modo llegamos a la conclusión de que nos
corresponde a nosotros mismos responsabilizarnos de nuestra salud y
nuestra felicidad.
Si reconocemos que hemos creado tal o cual situación o hemos atraído
determinado acontecimiento a nuestra vida y pensamos que este
acontecimiento no “es correcto” o que es malo, esto no puede más que
llevarnos a adoptar una actitud reprobatoria o un sentimiento de
culpabilidad. Sin embargo si comprendemos que son nuestras actitudes las que han dado lugar a esos acontecimientos, podremos aceptar éstos sin culpabilizarnos, porque esos acontecimientos están relacionados
directamente con las lecciones que debemos integrar en nuestra
evolución.
Esta segunda parte de la ley se basa en el reconocimiento de que la
situación creada o el acontecimiento vivido eran necesarios para nuestro
camino evolutivo.
Es lo mismo que decir que, cualquier cosa que hayamos vivido, cualquiera que sea la enfermedad que nos afecta o el trágico suceso que hayamos sufrido, lo necesitábamos para asimilar lecciones esenciales para nuestra evolución. En las lecciones de vida que tenemos que integrar todo es perfecto, aunque a menudo únicamente lo vemos retrospectivamente o en la distancia.
Admitirlo nos hace adquirir mucha más flexibilidad ante las situaciones
que encontramos en la vida o ante las personas que tratamos. Reconoce
que todo es perfecto no significa abdicar, abandonarse o no reaccionar.
Al contrario es actuar con responsabilidad en lugar de elegir la vía de
la rebelión o de la abdicación. Abdicar es cruzarse de brazos y creernos sometidos a una fatalidad de la que no podemos escapar.
POR EL CONTRARIO ACTUAR CON RESPONSABILIDAD ES:
Reconocer que somos los creadores de nuestra vida.
Intentar comprender la razón de este desequilibrio y la lección que
debemos asimilar.
Pasar a la acción para recuperar la armonía
Esta actitud aumentará tu bienestar a la vez que progresas en tu CAMINO EVOLUTIVO.
Nancy.-
♥♥Cambia de frecuencia, Vibra en lo más alto...!!!!!♥♥ Besos...
sábado, 24 de abril de 2010
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